Hoy vengo a hablar de uno de los títulos que más me ha
sorprendido en los últimos tiempos, y del que, a decir verdad, no tenía unas
expectativas demasiado altas en un primer momento. Drakengard 3 (PS3, 2014) fue un título
que pasó con más pena que gloria para la crítica, y al que le acompañaron
multitud de notas irrisorias por parte de la prensa especializada, lo que
provocó que acabará con unos nada atractivos 61 puntos en Metacritic.
No obstante, teniendo en cuenta que el director del título
era Taro Yoko, mente maestra detrás de uno de mis juegos preferidos de la
anterior generación, Nier (el cual también se llevó “palos” a diestro y
siniestro por la crítica), opté por darle un voto de confianza. Y tal y como
ocurrió con este último, la decisión no pudo ser más acertada.
Puedo entender que muchos de los aspectos de Drakengard 3 no
sean del agrado de todos, por algo se encuentra precisamente en esta sección,
pero de ahí a ponerle prácticamente un cartelito que le diga a los consumidores
“No lo compréis” me parece realmente excesivo, y más cuando el juego tiene una
calidad indiscutible en muchos de los apartados que lo componen. Aunque, bueno,
también he visto entre algunos de los análisis de esta “prensa especializada”
varios comentarios que me hacían dudar sobre si realmente habían probado el
título en profundidad o simplemente habían contemplado ligeramente el
envoltorio, y lo habían desechado al no acabarles de convencer. Pero esto ya es
otra cuestión, de la cual no estoy aquí para polemizar ahora.