Hace unas horas acabo de completar Fire Emblem Fates, versión Estirpe, en dificultad Difícil y modo de juego Clásico, sin que muera ningún aliado. Ha sido una experiencia realmente complicada, que abordé sobre todo por las continuas explicaciones de "La ruta Estirpe es la más fácil" y, sinceramente, o yo me he vuelto malo de golpe o que se dejen de chorradas, que me he pasado muchos Fire Emblem clásicos y esta ruta, en Difícil, intentando que no muera nadie, supera con creces lo que había que sufrir en títulos anteriores para lograr ese mismo objetivo.
Esta opción de poder alterar la dificultad de los juegos mediante menús es algo realmente necesario en los títulos de hoy en día: se trata de lograr expandir tu público objetivo y que con la aureola de "es demasiado difícil" no espantes a muchos posibles compradores, más novatos en estas lides. Títulos como los de la serie Dark Souls han ido ganando público progresivamente con ese aire de "vas a morir un montón", pero cualquiera que los haya jugado todos sabe perfectamente que la dificultad general se ha ido equilibrando y cada vez son un poco más accesibles. Sin dejar de ser juegos complejos donde, evidentemente, mueres mucho.
Atlus, por ejemplo, es otra compañía que se ha acercado a esta vertiente, quizás incluso de forma más descarada. De los primeros Etrian Odyssey a la primera mazmorra de la cuarta entrega, ya con diferentes modos de dificultad, van varios mundos en lo que a dificultad se refiere y, bueno, cualquiera que haya completado Shin Megami Tensei IV y alguno de los anteriores, habrá llegado a la final de la cuarta entrega con una fuerte sensación de que iba totalmente sobrado.